Esta obra presenta una fusión dinámica entre el patrimonio arquitectónico y la expresión pictórica contemporánea. En el centro de la composición emerge con fuerza el Palacio de Velázquez, destacando su arquitectura historicista con una fachada decorada con cerámica de la Real Fábrica de la Moncloa. En primer plano una serie de flores estilizadas, que son recreaciones directas de los azulejos ornamentales del propio palacio se entrelazan con una corriente de pinceladas curvilíneas que recorren la obra.